Mar, Mar, 2017
El tinnitus y otras formas extrañas de ruidos en los oídos atormentan a una buena parte de la población, pero las causas y las soluciones aún están por llegar.
Por si no tuvieran bastante con batallar contra alienígenas hostiles de toda calaña, el capitán Kirk y el señor Spock tenían otro insidioso enemigo invisible: el tinnitus. En 1966 aún no existía nada remotamente parecido a los efectos digitales; lo que estallaba, estallaba de verdad. Durante el rodaje de Arena, el episodio que hacía el número 18 de la primera temporada de Star Trek, los actores William Shatner y Leonard Nimoy se situaron demasiado cerca de la fuente de una explosión mal calculada. El estruendo les dejó secuelas a ambos en forma de acúfenos permanentes: Shatner en el oído izquierdo, Nimoy en el derecho.
Hace unos años, Shatner reconoció que llegó a pensar en el suicidio por el sufrimiento que le ocasionaba el constante zumbido: «Había días en que no sabía cómo podría sobrevivir a la agonía», declaraba el actor en la página web de la Asociación Estadounidense de Tinnitus. Otros han sucumbido: en 1994, un estudio de un hospital británico documentó un total de 28 suicidios provocados por el tinnitus, a los que habría que sumar al menos otros cuatro casos más recientes. Tal vez el último hasta la fecha sea el de un capitán de barco de Gales, que el pasado diciembre se lanzó al vacío desde lo alto de una cantera porque no soportaba más el ruido en sus oídos.
El tinnitus es una indeseable compañía para un porcentaje de población que suele situarse entre el 10% y el 15%. Sin embargo, un nuevo análisis de prevalencia que ha cribado cientos de trabajos previos y que se publicará en julio en la revista Hearing Research amplía esta franja a entre un 5% y un 42%. La lista de personajes famosos afectados por esta tortura auditiva incluye a Michelangelo Buonarroti, Martín Lutero, Vincent van Gogh, Charles Darwin, Ludwig van Beethoven o Francisco de Goya.
Algunos de ellos lo padecían como efecto asociado a la sordera, un patrón muy frecuente. «Mis oídos silban y zumban continuamente, día y noche… esta condición es realmente espantosa», escribió Beethoven en 1801. En muchos casos, el tinnitus aparece como consecuencia de la exposición a volúmenes elevados de ruido, motivo por el cual un largo elenco de estrellas de la música lo padecen, sin preferencia de estilo: desde Schumann o Smetana a los dos fundadores de Metallica, Lars Ulrich y James Hetfield, pasando por Barbra Streisand o Liza Minnelli.
UN ORIGEN OSCURO
Sin embargo, ahí no acaban las formas ni las causas de los acúfenos. Los expertos recalcan que el tinnitus no es una enfermedad, sino un síntoma, es decir, la descripción subjetiva de un estado. Pero bajo este paraguas no sólo se engloban grados de severidad muy dispares, desde quienes pueden convivir con ello hasta quienes no son capaces ni de conciliar el sueño, sino también manifestaciones muy diversas: el tinnitus puede sentirse en un oído o en los dos, o dentro de la cabeza; puede ser consecuencia de diferentes enfermedades, de un traumatismo, del uso de ciertos medicamentos tóxicos para el oído, o de nada de lo anterior; puede ser un pitido, un zumbido, un ronroneo, un siseo, un campanilleo o incluso asemejarse a voces o a música; puede ser constante o pulsante. Afecta más a los hombres y sobre todo a edades más avanzadas, pero no exclusivamente.
Lo único común a todos los casos es el malestar insufrible que aqueja a muchos de quienes lo padecen. Y que aún no hay una cura eficaz ni un tratamiento sintomático general; las terapias hoy disponibles son psicológicas, aunque en algunos casos es posible enmascarar el sonido fantasma con otros reales. En el fondo yace el problema de que el tinnitus aún es una condición de origen oscuro. Aunque según el jefe del Departamento de Radiología de la Universidad Estatal de Michigan (EEUU), Suresh Mukherji, esto está cambiando gracias al foco actual en el estudio de las bases neurales. «Las técnicas de neuroimagen han tenido un impacto sustancial en la gestión del tinnitus», dice Mukherji a EL ESPAÑOL. «Hoy, muchas de sus causas pueden diagnosticarse y tratarse con éxito».
Entre estas posibles causas se encuentra una hipótesis hoy extendida: dado que los pacientes suelen padecer también pérdida auditiva, los acúfenos podrían deberse al esfuerzo de ciertas neuronas auditivas por compensar el defecto con un sobreesfuerzo que crea sonidos donde no los hay.
Para la jefa de la División de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello de la Universidad del Sur de Illinois (EEUU), Carol Bauer, esta explicación «es plausible y hay un creciente corpus de lieratura científica en humanos y animales que apoya la teoría», indica a EL ESPAÑOL. «¿Hemos explicado el tinnitus definitivamente? Yo diría que estamos cerca, pero se necesita más trabajo», dice Bauer. «Podemos buscar los lugares críticos del cerebro implicados e investigar los mecanismos, lo que permitirá desarrollar tratamientos con cirugía o fármacos, o intervenciones que contrarresten esa compensación».
Pero ni siquiera esta explicación es universalmente válida, dado que existen casos en los que el sonido realmente existe. En un cierto número de pacientes, el tinnitus se relaciona con ruidos producidos por el propio oído, las llamadas emisiones otoacústicas espontáneas. En estos casos, tradicionalmente se habla de tinnitus objetivo, ya que puede escucharse con un estetoscopio y grabarse.
OÍR LA RADIO SIN RADIO
Existen situaciones aún más extrañas: hay personas que son capaces de oír la radio. No como los demás, con un aparato, sino directamente en sus oídos, aunque naturalmente no escuchan la emisión, sino sólo un ruido. En principio esto parecería imposible; las ondas sonoras son puramente mecánicas, moléculas del aire o del agua que se empujan unas a otras. En cambio, las ondas de radio son electromagnéticas; no necesitan un medio para propagarse, ya que viajan gracias a sus partículas asociadas, los fotones, y por eso pueden transmitirse en el vacío. En resumen, la radio es luz, y nuestros oídos no pueden escuchar la luz.
¿O sí? A comienzos de la década de 1960, experimentos dirigidos por el neurocientífico de la Universidad de Cornell (EEUU) Allan H. Frey revelaron que el oído humano responde a ciertas frecuencias de radio, sobre todo en el rango de las microondas. El llamado Efecto Frey ha sido bastante estudiado; según el modelo actual, las ondas electromagnéticas no actúan directamente sobre el oído, sino que crean ondas acústicas en los tejidos blandos de la cabeza que se transmiten a través del hueso hasta el sistema auditivo. Pero naturalmente, el Efecto Frey ha sido y es objeto de toda clase de teorías conspirativas sobre control mental.
Otro fenómeno auditivo en la frontera entre la ciencia y la seudociencia es lo que se conoce como the Hum, o el Zumbido. A finales de los 60 comenzó a informarse en Inglaterra de la existencia de un extraño runrún que sólo algunas personas podían escuchar, pero quienes lo hacían sufrían un continuo tormento. Lo que inicialmente era una curiosidad local empezó a documentarse en otros lugares. Hoy es global, según recoge en su sitio webel profesor de la Universidad de Columbia Británica (Canadá) Glen MacPherson, que estudia el fenómeno desde 2012, el año en que él mismo empezó a escucharlo.
Algunos lo describen como el ralentí de un motor diésel en la distancia, pero sin motor diésel. Aunque ciertos casos esporádicos han podido atribuirse a causas reales, como instalaciones industriales, en la mayoría de ellos no parece existir una explicación clara. Muchos aseguran oírlo más dentro de casa que fuera, sin que el corte total del suministro eléctrico lo aminore. La base de datos y el mapa global construidos por MacPherson recogen más de 10.000 testimonios en todo el mundo. No se trata de histeria colectiva, ya que en la inmensa mayoría de los casos no hay condicionamiento previo: alguien escucha un ruido que le atormenta y recurre a internet para buscar explicaciones, descubriendo que otros también lo padecen.
El Zumbido ha recibido poca atención por parte de los científicos, y por razones evidentes: basta decir que apareció en un episodio de la serie Expediente X. El geofísico de la Universidad de Oklahoma (EEUU) David Deming le dedicó en 2004 tal vez el estudio más extenso hasta la fecha; pero con sus tesis negacionistas del cambio climático, su defensa a ultranza de la posesión de armas y sus declaraciones de tinte homófobo, Deming no es para muchos una fuente ejemplar. Además, su estudio se publicó en la revista Journal of Scientific Exploration, que pasa por ser un medio abierto a las seudociencias.
TODAVÍA UN EXPEDIENTE X
Deming especulaba que el Zumbido podría deberse a una variante del Efecto Frey provocada por ondas de radio de muy baja frecuencia, en el extremo opuesto a las microondas. Es decir, que sería un fenómeno externo, pero no acústico, sino electromagnético. Algunos discrepan y aseguran haberlo grabado, como el profesor de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda) Tom Moir. Pero MacPherson no lo cree: «No estoy en absoluto convencido de que se haya grabado», señala a EL ESPAÑOL. «Hay por ahí muchas grabaciones de ruidos industriales, y también algunos fraudes». El experto se muestra escéptico respecto a las grabaciones de Moir: «Ha contestado con evasivas a las preguntas sobre los detalles técnicos y otras cuestiones».
Una segunda hipótesis es la sostenida por Bernard Hutchins, ingeniero eléctrico de la Universidad de Cornell. Hutchins ha participado en proyectos como el estudio de las comunicaciones a larga distancia entre los elefantes mediante infrasonidos de muy baja frecuencia. Comenzó a interesarse en el Zumbido porque él mismo también lo escucha, y sus propios experimentos confirman la idea de Deming de que no es un sonido real: «Si lo fuera, en el sentido de vibraciones físicas de las moléculas de aire golpeando el tímpano, etcétera, podríamos mostrar y grabar la onda de presión; yo no he podido», apunta a EL ESPAÑOL. El ingeniero concluye: «No es acústico». Pero tampoco cree que exista una causa externa: en su caso, puede interrumpir el Zumbido momentáneamente durante medio segundo o un segundo con un gruñido o un movimiento de cabeza. «Probablemente es interno», sentencia. «Creo que es similar al tinnitus en el sentido de que ambos están generados internamente; ambos son quizá defectos del sistema auditivo».
A estas dos hipótesis, MacPherson añade otra: infrasonidos, ya sean generados por lo que llama «la gran acumulación de actividad humana», o bien de origen natural. Un caso similar a este último sería lo que durante años se llamó el Bloop, un sonido real de muy baja frecuencia que la Administración Oceánica y Atmosférica de EEUU (NOAA) detectó bajo el mar en 1997 y para el que se aportaron explicaciones de lo más exótico, hasta que en 2012 la NOAA concluyó que se trataba de ruidos creados por la fractura de enormes icebergs antárticos.
Con el fin de llegar de una vez por todas al fondo de la causa del Zumbido, MacPherson ha empezado a poner en práctica un experimento sugerido por Deming que esclarecerá si es de origen acústico o electromagnético: construir tres cajas similares, una con aislante para ondas de radio, otra con aislante acústico y una tercera de control. Por el momento ya ha construido la primera, una especie de ataúd de acero que bloquea las ondas de radio de muy baja frecuencia. MacPherson admite que el experimento tiene sus limitaciones: por ejemplo, la posibilidad del efecto placebo es innegable.
La primera prueba de la caja, realizada por MacPherson el pasado abril, no fue concluyente. El motivo es que en ese momento el Zumbido era poco intenso para él. El experto confirma que espera reanudar su investigación próximamente. Por el momento se encuentra en proceso de mudar su domicilio a un «lugar remoto en el bosque», después de que sus apariciones públicas relativas al Zumbido le hayan sometido en su pueblo de residencia a lo que define como «un intenso escrutinio local». «Una vez me haya establecido, pondré en marcha la siguiente fase del experimento de la caja de Deming». Tal vez el misterio del Zumbido tenga los días contados.
Fuente: El Español
Sáb, Mar, 2017
– Del mundo del cine a apadrinar la campaña: «Tinnitus: no te quedes fuera de juego». ¿Qué le llevó a ello?
-Hace unos seis años leí, de forma casual, sobre esta enfermedad, me pareció un infierno y pensé: pobre gente. Cuando hace tres años me pasó a mí dije: por qué tengo tan mala suerte. Me parecía que estaba bien compartir mi experiencia y que pueda servir. Es una campaña de prevención y, sobre todo, de información porque si dices que tienes un acúfeno te miran con asombro. Noto que es un enfermedad ignorada. Cuando la asociación, se puso en contacto conmigo descubrí datos que yo no conocía, como que hay nueve millones de españoles que en algún momento lo han padecido y me parece alarmante.
-¿Cómo empezó todo?
-Mi caso fue a través de una sordera súbita que tampoco sabía lo que era. Estaba haciendo el programa «Tu cara me suena», me levanté una mañana y en un oído no oía nada. Pensé que era un tapón, pero como a las ocho horas no se me había pasado fui a un otorrino y me dijo que era sordera súbita. A partir de los 40 años puede pasar que una subida de tensión nocturna te deje sordo. Los propios médicos no lo tenían claro y yo sólo pensaba que me había ido a dormir bien, me despertaba sordo y me parecía de película de terror. Me mandó un combinado de medicamentos vasodilatadores y corticoides y en tres semanas recuperé por completo la audición.
-Y a partir de ese momento aparecieron los tinnitus o acúfenos…
-Sí, a los pocos días. Me desperté a las cinco de la mañana con una especie de pitido o zumbido que no sabía si era una invasión extraterrestre. Me levanté, miré en la cocina y en el baño y caí en que el sonido lo tenía yo. Al despertarme, llamé desesperado al otorrino que me mandó un tranquilizante y me dijo que probablemente se me quitaría, pero creo que lo hizo para que me calmara porque no ha sido así.
-Antes del diagnóstico definitivo, ¿barajó otras enfermedades?
-Lo que hice fue descartar otras posibles enfermedades, porque los acúfenos pueden aparecer por varias causas. La mayoría de casos dicen que es por gente que ha estado sometida a sonidos muy altos, pero ése no es mi caso. Con quince años me salía de las discotecas porque no me gustaba tanto ruido.
-Ante la falta, además, de un tratamiento específico, ¿llegó a recurir a otras terapias alternativas?
-Probé acupuntura, recetas caseras como poner calor y frío e, incluso, los médicos suelen recetar vasodilatadores, pero las posiblidades de éxito son mínimas.
-¿Cómo convive con una enfermedad que además es crónica?
-Cuando te dicen que va a ser de por vida te pones a llorar, pero también digo que el cerebro se acostumbra y acaba asumiendo el pitido. Sí que es verdad que, por la noche y al irme a dormir, el silencio absoluto no lo conozco y es cuando peor se pasa. Hay gente que duerme con música. Si estoy más estresado o con las defensas bajas también lo siento más. Lo peor es cuando estás viendo una película y oyes más alto los pitidos que la película. Es terrible, pero por suerte cada vez me pasa menos.
-¿Qué consejo les daría a otros afectados?
-Para tranquilizar los que lo sufren les diré que se puede vivir con ello. Al principio te cuentan los casos peores. Mi mensaje de ánimo es que el que lo tiene, que no se preocupe, porque antes o después se convive con ello y pasará a un segundo término en su vida.
– Al margen de los acúfenos, ¿padece alguna otra dolencia?
-Siempre he padecido del estómago y me decían que era por el estrés, pero cada cierto tiempo tengo que ir al hospital porque me entran unos dolores muy fuertes. Durante un tiempo me hice un análisis completo de intolerancia alimentaria y estuve como un año evitando aquellos alimentos que me habían salido, como la harina de trigo, la leche y los huevos y mejoré mucho, de forma radical y no me lo podía creer. Pensé que era un infierno tener que quitarme los ingredientes de la receta de las magdalenas. Al principio me costó porque reconozco que soy un adicto al azúcar.
Fuente: La Razón
Sáb, Mar, 2017
Escuchar algún ruido en el interior del oído puede ser un síntoma de diversos problemas
Cuentan que fueron los egipcios los primeros en darle nombre a un problema auditivo que ha afectado a la Humanidad desde tiempos muy remotos. Fueron ellos quienes bautizaron como ‘oído encantado’ a los zumbidos constantes en el interior de los oídos, cuando no existe ningún ruido exterior que lo provoque. El nombre egipcio pronto adoptó la denominación latina de ‘tinye-tus’ o ‘tin-ni-tus’, que significa tintineo, y que ha llegado hasta nuestros días como tinnitus o acúfenos. Un síntoma que afecta aproximadamente al 20% de la población y que puede llegar a causar serios trastornos de sueño, estrés o depresión.
Los propios romanos ya sabían lo incómodo que puede llegar a ser escuchar constantemente un silbido, un zumbido, un pitido, una campana o una caracola marina, cuando todo lo demás, fuera, permanece en absoluto silencio. Por eso solían elegir para sus reuniones lugares cercanos a manantiales o fuentes para que el sonido del agua mitigase esa sensación.
El acúfeno, según muchos otorrinos, no es una enfermedad propiamente dicha, sino más bien un síntoma que puede alertar de la presencia de diversos problemas en los oídos. Por este motivo, en ocasiones basta con resolver la causa que lo provoca (un tapón de cera, por ejemplo) para acabar con los ruidos para siempre. Sin embargo, en la mayoría de los casos, no existe esa solución mágica. Lo cierto es que cuanto más se sabe de él, menos claro se tiene, que pueda ser también una enfermedad, de ahí esa nueva consideración, que ahora ocupa muchos estudios internacionales, entre ellos los del grupo europeo.
Aunque se ha intentado tratar con algunos medicamentos y operaciones quirúrgicas, ninguna de ellas logra curar definitivamente el tinnitus. Entre los remedios que sí se emplean para paliar la molestia destaca un aparato similar a un audífono que emite sonidos directamente en el oído para disimular el que escucha el propio paciente (la llamada terapia de reentrenamiento) o bien un audífono que amplifique los ruidos externos. Algunas personas recurren a terapias como la acupuntura o la relajación para aliviar el estrés que les produce el sonido.
Alteraciones psíquicas
«Lo primero es buscar la causa que lo provoca», explica el doctor Carlos Herráiz, de la Unidad de Acúfenos de la Fundación Hospital Alcorcón, de Madrid, «pero cuando existen otros factores que han cronificado, esta vía no tiene ninguna repercusión y entonces es necesario recurrir a otros tratamientos que actúen a nivel del sistema nervioso central, como los antidepresivos o los ansiolíticos, por ejemplo. Las terapias para que el paciente escuche menos su ruido también dan muy buenos resultados».
Aunque no hay una unanimidad total en las cifras, se calcula que aproximadamente el 20% de la población ha escuchado en alguna ocasión estos ruidos en el interior de sus oídos, aunque sólo el 6% sufre el problema de forma persistente. Para ellos, escuchar constantemente ese ‘run-run’ puede llegar a provocar graves alteraciones psíquicas y molestias importantes en su día a día. La vida cotidiana de estas personas puede verse afectada por trastornos de sueño, estrés, depresión, ansiedad y, en los casos más extremos, pensamientos suicidas.
El momento de irse a la cama, por ejemplo, puede convertirse en el peor del día, debido a que el silencio absoluto en la estancia acentúa la sensación de estar oyendo un siseo. Para aliviarlo, algunos especialistas recomiendan ‘enmascarar’ esos ruidos internos con una música a bajo volumen o un humidificador, para que el tinnitus sea menos irritante y sea más fácil conciliar el sueño. Asimismo, se aconseja tratar de dormir con la cabeza levantada, en una posición algo elevada y evitar el consumo de alcohol, tabaco y café. Y, sobre todo, no ponerse tapones que acentúen la sensación de silencio.
Un mal de músicos
Existen cientos de causas que pueden desencadenar la aparición de los acúfenos, como una infección, el consumo de ciertos medicamentos, las perforaciones del tímpano, un aneurisma, alergias, la hipertensión arterial, la diabetes, una depresión, el hipertiroidismo, un tumor en el nervio acústico o incluso alguna lesión en las cervicales o en las mandíbulas. Otras teorías apuntan a que estos pacientes pueden tener una zona del córtex cerebral auditivo activada permanentemente por alguna anomalía. Sin embargo, parece que es la exposición a ruidos de gran intensidad una de las más frecuentes.
Un sonido fuerte, como un disparo, los ruidos industriales durante largas jornadas laborales, escuchar los auriculares a gran volumen o la música muy alta en espacios cerrados pueden ser algunos de sus desencadenantes. No es sorprendente pues que músicos como Bono, Eric Clapton o Sting hayan declarado en alguna ocasión sus problemas de acúfenos.
Los acúfenos pueden ser agudos o graves, percibirse sólo en un oído o en ambos, como un sonido puro o como una mezcla de ruidos. Y aunque en la mayor parte de los casos se asocian a una disminución de la audición (denominada hipoacusia) también pueden aparecer sin este problema. «Muchas veces el ruido aparece antes que la pérdida de audición», explica el doctor Herráiz, «y por eso es importante visitar a tiempo al otorrino».
«Al principio, cualquier alteración, inflamación o daño en el caracol puede ocasionar estos ruidos; sin embargo, el problema es la cronificación. Entonces la alteración afecta al sistema nervioso central, el hipocampo y la amígdala, que modifican el sonido y hacen que aumente y se cronifique». Por eso reconoce, las investigaciones de los últimos 10 años no se han limitado únicamente a estudiar sus causas auditivas, sino que están indagando también en los factores neurológicos. Una idea que se repite también en las unidades de acúfenos que han surgido en España en los últimos años y que combinan el trabajo de los otorrinos con el de neurólogos, psiquiatras y audioprotesistas.
Fuente: El Mundo
Sáb, Mar, 2017
Golpes, zumbidos, pitidos… las manifestaciones de los ruidos en los oídos (tinnitus o acúfenos en la jerga médica) son tan variadas como insoportables
Si le pitan los oídos y nos tiene ninguna enfermedad no se preocupe. Alrededor de una de cada cinco personas experimentan acúfenos o tinnitus, la percepción de un sonido, a menudo descrito como timbre, que en realidad no existe. Ahora, investigadores de la Universidad de Newcastle (Gran Bretaña) han grabado por vez primera el cerebro de una persona con tinnitus con el fin de encontrar las redes cerebrales responsables. Los resultados que aparecen «Current Biology» revelan cómo de diferente es el tinnitus de las representaciones normales de sonidos en el cerebro.
«Tal vez el hallazgo más notable era que la actividad directamente relacionada con el tinnitus era muy extensa ya que se extendía por una gran parte del cerebro, mientras que las respuestas del cerebro a un sonido que imitaba al tinnitus [del sujeto] se localizaron en un área pequeña», señala Will Sedley.
El acúfeno es una percepción de sonido en ausencia de un estímulo acústico externo. Es un síntoma frecuente, que está presente en un 15% de la población general. El 90% se adapta adecuadamente a él, pero al resto les preocupa y les molesta, influyendo negativamente en su calidad de vida. En la mayoría de los casos los acúfenos pueden abordarse satisfactoriamente con un tratamiento integral.
En el nuevo estudio, Sedley y Phillip Gander, de la Universidad de Iowa (EE.UU.) contrastaron la actividad cerebral durante los períodos en que el tinnitus era más fuerte y más débil. El estudio fue posible debido a que el paciente, un varón de 50 años de edad, precisaba un seguimiento de electrodos invasivos para la epilepsia. Esta persona tenían un patrón típico de los acúfenos, incluyendo zumbido en ambos oídos asociados con pérdida de audición.
Actividad cerebral
Los investigadores encontraron la actividad cerebral ligada al tinnitus esperada, pero además una actividad inusual que se extendía mucho más allá de las regiones corticales auditivas circunscritas hasta llegar a abarcar casi toda la corteza auditiva, además de otras áreas del cerebro. El descubrimiento sirve para avanzar en la comprensión de tinnitus y ayuda a explicar por qué el tratamiento ha demostrado ser un reto.
«Ahora sabemos que el tinnitus se representa de manera muy diferente en el cerebro a la forma en la que lo hacen los sonidos normales, incluso los que suenan igual; por lo tanto éstos no pueden ser utilizados como la base para entender el tinnitus u orientar el tratamiento», apunta Sedley. «La gran cantidad de cerebro en la cual está presente la ‘red tinnitus’ sugiere que el tinnitus no simplemente ‘rellena’ la ‘brecha’ causada por daños a la audición, sino que también se infiltra activamente en sistemas cerebrales más amplios», señala por su parte Gander.
Los investigadores creen que esta información puede ayudar a los tratamientos como ‘neurofeedback’, donde los pacientes aprenden a controlar sus ‘ondas cerebrales’, o la estimulación cerebral electromagnética. Además, «una mejor comprensión de los patrones cerebrales asociados con tinnitus también puede ayudar a desarrollar nuevos enfoques farmacológicos para el tratamiento, ya que hasta ahora los resultados han sido decepcionantes», concluyen.
Sin tratamiento
Cuando los acúfenos son secundarios [consecuencia de una lesión, infección, alergia, anemia, etc.] el tratamiento de la causa normalmente resuelve el problema. Sin embargo, para alrededor de un 3% de la población el tinnitus es el único problema, un problema recurrente para el que no existe una aplicación que funcione en humanos, ni vitaminas, ni estimulantes de la célula, ni acupuntura.
Médicos y pacientes están de acuerdo en algo: el peor momento llega al tumbarse en la cama e intentar dormir. Existen en el mercado muchas opciones que afirman atenuar los efectos del tinnitus, desde cursos de meditación hasta reflexología. Algunos otorrinos recomiendan un audífono que emite ruido blanco, si bien el uso de este «enmascarador auditivo» ha perdido fuerza en los últimos años. A muchos les funciona la relajación o la auto-hipnosis.
Mar, Mar, 2017
Usar auriculares para escuchar música con frecuencia puede causar problemas irreversibles y muy peligrosos en el cuerpo, advirtió EsSalud, pues provocaría males como el estrés, ansiedad, o alteraciones en el sistema nervioso.
Los ruidos que sobrepasan los 85 decibelios, según dijo Iris Gómez Peirano, jefa del Servicio de Otorrinolaringología de EsSalud, pueden ocasionar daños auditivos irreparables, que podrían terminar con la pérdida total de la audición.
La especialista explicó que los auriculares de un reproductor MP3 puede alcanzar incluso los 100 decibelios, una cantidad que sobrepasa lo permitido por la OMS, la cual ha establecido como exposición máxima los 65 decibelios.
«Un daño a nivel del nervio auditivo por causa del ruido no tiene cura, la exposición excesiva al ruido produce daño a nivel de oído interno, en consecuencia, hipoacusia y tinnitus”, agregó.
Asimismo, recalcó que la pérdida de audición no se manifiesta en el momento y se acumula a través de los años, sin demostrar dolor. También aseveró que estos instrumentos provocan que las personas tengan dificultades de aprendizajes, depresión y males cardíacos.
En este sentido, Gómez Peirano recomendó no usar los auriculares a alto volumen y tratar de evitar llevarlos puestos más de media hora al día.
Fuente: La República